MEDITACIÓN BUDISTA ZEN

VEN. DR. JINSIM HYOENJIN: arzobispo y maestro guía de la sangha Meditación Budista Zen, recibió Transmisión el 27 de marzo 2021 e Inga el 16 de julio 2017, y recibió los 250 votos del Bhikshu (monje) el 22 de julio 2016 por el Ven. Dr. Wonji Dharma.

Ven. Jinsim Hyoenjin es originalmente de Kansas City, Missouri, USA y ha vivido en Guadalajara, México desde 2000. Tiene más de 45 años experiencia en meditación, dos maestrías (psicología y estudios budistas), y un doctorado de Psicología Oriente-Occidente investigando métodos de meditación en las tradiciones espirituales del Oriente.

Ven. Jinsim Hyoenjin imparte clases, conferencias universitarias, charlas Dharma, retiros y talleres sobre el buda-dharma además de citas individuales para orientación y estudio personalizado.

Un arzobispo (maestro zen superior) es un obispo que, habiendo recibido Inga y Transmision de Dharma, preside varias diócesis en una gran región. Este puesto incluye algunas responsabilidades de supervisión tanto de las diócesis como de los obispos de esa región. Un arzobispo sirve como guía o instructor en asuntos religiosos; y a menudo es el fundador o líder dentro de una Orden. Además, el Colegio de Arzobispos actúa como un Consejo Rector igualitario para la Orden Zen de las Cinco Montañas.
______________________


miércoles, 8 de abril de 2015

PARANIRVANA DE BUDA Charla Dharma 03/ABR/2015


PARANIRVANA DE BUDA
Charla Dharma 03/ABR/2015
Rev. Dr. Hyonjin Prajna
 



Hemos pasado toda la semana en retiro meditando y contemplando la vida de Buda, incluyendo su nacimiento, su Iluminación, y su Dharma. Esta noche, como es la última charla de nuestra serie, vamos a hablar de su Paranirvana. ¿Qué es este Paranirvana? ¿Fue simplemente su extinción final? Si fue así, ¿por qué se le consideraba este vacío final un logro glorioso? ¿Cómo es el nirvana final diferente de la paz que el Buda experimentó debajo del árbol de bodhi? La palabra nirvana significa entibiarse o apagarse, como cuando una flama se apaga. En el contexto espiritual, se refería a un arhat, ser totalmente liberado, que ha extinguido codicia, ira, e ignorancia, aunque todavía seguían residuos de combustible mientras que se quedaba viviendo en un cuerpo, usando sus sentidos, la mente, y experimentando emociones, creando un ligero deseo de existir en samsara. Pero cuando este arhat murió, esto residuos no pueden re-prenderse más, dejando a alimentar la flama de una existencia nueva. El arhat es, por tanto, libre de samsara y puede absorberse por completo a la paz de Nirvana para siempre.


No obstante, el Buda nunca definió adecuadamente el término Nirvana, puesto que no hay una palabra adecuada expresar esta experiencia de transcendencia más allá de los sentidos y la mente. Sólo el Buda pudiera explicar lo que no era Nirvana, del cual:

“…no es un estado donde hay tierra o agua, luz o aire; ni infinidad o espacio; no es una infinidad de razón, tampoco un vacío absoluto…ni un mundo ni otro mundo; es a la vez sol y luna.

No debemos equivocarnos pensando que nirvana significara un “nada” como una aniquilación total. El Buda preciso que no se puede decir que un Arahat dejó de existir. No obstante, era una existencia más allá del yo chico, y la dicha porque no hay egoísmo. No se puede imaginar este estado de nirvana, no es algo que la mente con sus ideas puede imaginar ni fabricar ni conceptualizar. Simplemente es, lo que no nace, no muere. Por tanto, Paranirvana es la paz absoluta sin ninguna partícula de combustible para alimentar al fuego de ego y sufrimiento.

Ya a sus 80 años, el Buda estaba intuyendo su fin inminente. Llegó al pueblo de Beluvagamaka, y despidió sus monjes para que se fueran al pueblo de Vesali para pasar allí la temporada de lluvias. El Buda se quedó solo con su amado Ananda en Beluvagamaka. Parecía que una cierta sombra había entrado la vida de Buda, y parecía que quería evitar contacto con las multitudes en las grandes ciudades y buscaba lugares más y más solitarios para residir.  Era como si fuera preparándose de salir de este mundo.

                Cuando sus monjes ya se habían ido, el Buda se enfermó gravemente, sin embargo superó el dolor con suma auto-control y volvió a levantarse. No fue el momento correcto aún para entrar en el Paranirvana, la Nirvana Suprema. Tendría que despedirse de su sangha. El Buda entonces salió de su cuarto y se fue a sentarse con Ananda en el porche de la choza. Su enfermedad le había afectado mucho a Ananda. Dijo, “Estoy acostumbrado a ver el Bendito sano y robusto,” le comentó al Buda cuando se acercó. Por primera vez Ananda se dio cuenta de que pudiera morir. Pero se tranquilizó pensando, “El Buda no pude morir hasta que hubiera hecho algún arreglo sobre la sucesión y el gobierno de la sangha después de su muerte. Buda suspiró, “¿Qué me espera la sangha de mí, Ananda?” Ya los monjes sabían todo lo que tenía que enseñarles, sin esconder nada, ni nada guardado por una élite de monjes.” Como un iluminado, no le ocurrió la idea de que la sangha dependía en él. “Soy viejo, Ananda, tengo 80 años. Mi cuerpo sólo puede moverse con el apoyo de cosas improvisadas, como un caretilla.” La única actividad que le dio confort era la meditación, la que le había proporcionada paz y liberación de Nirvana. Así, cada uno de sus monjes y monjas debería practicar así, diciendo, “Cada uno de ustedes, sean como una isla, convirtiéndose a sí mismo, y a nadie más, su propio refugio. El Dharma y sólo el Dharma, era su refugio.” Ningún practicante puede depender en otro miembro o persona a ser su líder. Hay que ser auto-suficiente. ¿Cómo hacerlo? Por una práctica de meditación, concentración, atención presente, y un desapego disciplinado del mundo. La Sangha no necesitaba ninguna autoridad para gobernarla. El punto fundamental de la práctica budista es lograr una fuente interior para que se libere de tales dependencias.  

Unos días luego, Ananda recibió noticias chocantes de la muerte de dos discípulos muy queridos por el Buda, Sariputta y Moggallana. Pero el Buda estaba un poco sorprendido por la angustia de Ananda causada debido a estas noticias. Le preguntó a Ananda, “¿Qué esperaba? ¿No enseñaba el Dharma que nada duró para siempre y que siempre había separación de toda cosa y persona queridas? ¿Imaginaba Ananda que Sariputta hubiera llevado las enseñanzas consigo, o que el código de virtud y la práctica de meditación se hubieran alejado de la sangha?” “No, maestro,” protestó Ananda. “Sólo estaba recordando la generosidad de Sariputta, y como les había enriquecido y apoyado a todos con sus exposiciones del Dharma, y le partió el corazón al ver el cuenco y túnica de Sariputta traídos cuando les informaron de sus muertes.”  Otra vez el Buda le dijo, “Que cada uno de ustedes sea una isla, haciéndose y nadie más su propio refugio; cada uno de ustedes debería hacer el Dharma su isla, el Dharma y nadie más su refugio.”

Sin embargo, a pesar de expresar su alegría sobre el hecho de que los dos discípulos ya hubieran logrado el Paranirvana, su liberación suprema del mundo de samsara, se percibe cierta tristeza en este período final del buda. Ninguno de su círculo íntimo de discípulos ya se quedaba menos Ananda. Aunque los textos intentan disfrazarlo, ya no había más las reuniones grandes de gente, ni las cenas alegres con sus amigos. En vez de esto, se quedaron dos viejos hombres, Buda y Ananda, caminando solos en el camino de la vida, experimentando cansancio de sobrevivencia y la pérdida de queridos compañeros, lo que constituye la verdadera tragedia de la vejez.

Se sugieren los textos que el Buda se sentía despojado. Días antes, mientras visitaban algunos templos, el Buda dio a entender que fue posible para una persona plenamente iluminada como él mismo que se quedara viviendo hasta el final de esta era histórica, si deseaba. Si en este momento, Ananda le hubiera implorado al Buda quedarse en el mundo, por compasión a los demás quienes le necesitaban su guía, el Buda habría continuaba viviendo. Lamentablemente, Ananda no captaba lo que el Buda estaba sugiriendo, y por tanto, no le pidió al Buda  que se quedara con el Sangha hasta el final de esta era histórica. En cambio, cuando el Buda soltó una indirecta, Ananda no vio su significado, hizo una réplica cortés, y se fue a sentarse a la base de un árbol cercano.

Puede ser que el Buda estaba guardaba un deseo pasajero por un compañero quien le hubiera entendido mejor lo que estaba experimentando en esta última fase de su vida, sintiendo la fuerza vital disminuirse, puesto que justo en este momento, Mara, su yo sombre, apareció en su consciencia, diciéndole, “Pues, ¿por qué el Tathagata no debería lograr el Paranirvana ahora mismo? ¿Por qué continuar? Merecía un Descanso final; no había ningún sentido en seguir batallando.” Pero por una última vez el Buda rechazó a Mara. No entraría en la dicha final de Nirvana hasta que su misión se hubiera terminado y estuviera seguro de que el Sangha pudiera continuar sin él, firmemente establecida.  Al mismo tiempo, sabía que sería muy pronto esto, porque en tres meses, entraría en Paranirvana. Las sutras nos cuentan que fue en este momento que el Buda consciente y deliberadamente abandonó sus ganas de vivir. Fue una decision que reverberaba por todo el universo. Se sacudió el mundo con terremotos y se oía un solemne golpe de tambores comenzar en el cielo. Ya el Buda, en vez de quedarse, estaba listo a despedirse de su sangha. Se reunió a todos los que estaban cerca, diciéndoles, “Les he enseñado sólo las cosas que he experimentado directamente yo mismo. Ya deberían hacer el Dharma una realidad por sí mismos, haciéndolo algo vivo, directo. Sobre todo, deben vivir sirviendo a los demás. Nirvana no es solo un premio para uno mismo, sino es para beneficiar a todo el mundo, para su felicidad y bienestar.”

Luego, el Buda y Ananda caminaban el pueblo de Pava, quedándose en una arboleda perteneciendo a Cunda, un hijo de un orfebre. Reverenciando al Buda, Cunda le invitó a cenar en su casa, donde le sirvió “sukaramaddava” (un tipo de champiñón comido por cerdos, por tanto, “setas porcinas”). De todos modos, el Buda insistió en comer el sukaramaddava, diciendo a los monjes que comieran la otra comida en la mesa, sin tocar los champiñones. Cuando el Buda terminó de comer, ordenó a Cunda que enterrara el sukaramaddava que se quedaba, puesto que nadie debería comerla, ni los dioses, porque no podrían digerirla. Se sugiere que el Buda se dio cuenta que el sukaramaddava fue venenoso. Aquella misma noche, el Buda vomitó sangre y experimentó dolores violentos. Luego, el Buda pidió que nadie culpara ni castigara a Cunda por lo que pasó, que le había sido un gran mérito regalar la última cena aportada al Buda antes de lograr su Paranirvana. A pesar de estar enfermó, superó el dolor, y acudió el próximo día con Ananda a Kusinara.

                Al cruzar un río, se sentaron en una arboleda al lado del camino. El Buda ya estaba experimentando mucho dolor. Se acostó al pie de los árboles, y de repente flores comenzaron a caer sus pétalos sobre él, a pesar de que no era la temporada de flores. El lugar se había llenado de dioses, dijo el Buda, para ser testigos de su triunfo final. Pero lo que le complació todavía más fue la fidelidad de sus seguidores al Dharma.

Ya muriendo, el Buda dio instrucciones sobre cómo deberían manejar su funeral. Sus cenizas deberían estar tratados igual a los de un gran rey, no como los reyes mundanos basados en el poder de agresión, coerción, y fuerza represiva, sino un rey de paz, aceptación, compasión, y Verdad, haciendo a la gente ser feliz y tranquila. 

                Oyendo los arreglos del funeral fue demasiado doloroso para Ananda. Aunque Ananda comprendía intelectualmente el Budismo, todavía no era un gran yogui iluminado con experiencia directa de la verdad. No podía aceptar que todo era transitorio y pronto desaparecería. Después de escuchar las instrucciones dadas por el Buda, Ananda dejó la cama de Buda para escaparse a otra choza en la arboleda. Durante un largo rato lloraba, apoyando su cabeza contra el lintel de la puerta, pensando, “Soy un fracaso, no he logrado la vida sagrada; mi misión es incumplida. Mi maestro está al punto de lograr Paranirvana – mi maestro compasivo siempre tratándome con benevolencia.”

Cuando el Buda se enteró de las lágrimas de Ananda, le pidió que regresara a su cama. Luego le dijo, “Ya no llores. ¿No recuerdas que siempre he dicho que todo es impermanente, y que la separación es la ley de vida?” Luego Buda le confortó diciendo “Ananda, por años me has servido con amor constante y bondad. Me has cuidado mis necesidades físicas, me has apoyado con tus palabras y pensamientos. Has hecho todo para ayudarme, felizmente, con todo tu corazón. Has ganado mérito, Ananda. Sigue practicando, Ananda, y pronto lograrás liberación también.”

                Pero Ananda le imploró, “Maestro, no puedes irte a tu Descanso Final en este pueblucho, con sus chozas de lodo; en esta aldea remota dentro de la selva, este lugar atrasado.” Entonces el Buda le dijo, “Ananda, quizás estás pensando que el Maestro ya es una cosa del pasado; que ya no tienen más un maestro. Pero no es como debes entenderlo. Deja el Dharma y la Disciplina que te he enseñado ser tu maestro cuando ya haya ido.” Luego, se dirigió a los otros monjes, recordándoles otra vez, “Todas las cosas individuales se van. Busquen su liberación con diligencia.”

                Dado esta última enseñanza a sus seguidores, el Buda entró en coma. Algunos de los monjes lloraban, la tierra sacudió, los dioses regocijaron. En este momento, el Buda experimentó una extinción que era a la vez, paradójicamente, el estado supremo de existencia y la meta final de la humanidad:

Como una flama extinguida por el viento
Se va al descanso que no se puede definir, 
Así la persona liberada del egoísmo
Se va al descanso que no se puede definir.
Se fue más allá de toda apariencia –
Se fue más allá del poder de palabras.

Bibliografía

Armstrong, Karen. (2001). Buddha. Penguin Books.
 
LES AGRADEZCO POR SU APOYO

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.